Reseña de Lydie de Zidrou y Jordi Lafebre

En una entrega pasada de mi newsletter sobre Marketing de Contenidos, compartí con vosotros la sorpresa que experimenté al descubrir en Instagram que hay personas que publican fotografías de sus bebés fallecidos. Alegan que lo hacen para denunciar o dar visibilidad a las muertes perinatales.

Retratar a los muertos no es una práctica nueva; en el pasado era especialmente común hacerlo con los bebés para preservar su recuerdo, para no olvidar sus caritas. Sin embargo, aquellas fotografías quedaban en el álbum familiar y en el ámbito del terrible duelo parental, en privado.

Ahora, exponerlas en redes sociales convierte el dolor en un espectáculo macabro y de dudosa intención. Resulta chocante que, en un mismo feed, pueda aparecer la foto de un bebé fallecido junto a una imagen banal de un plato de macarrones de hace un mes. No creo que sea el lugar, el medio ni la forma adecuados para procesar una pérdida tan íntima y dolorosa.

Dicho esto, y tomando esta reflexión como una peculiar introducción, quiero hablaros de una de mis lecturas más cortas en lo que va de año: Lydie.
Se trata de una novela gráfica que nos traslada a un pequeño pueblo donde una mujer, tras dar a luz, pierde a su hija. Pero lo imposible sucede: semanas después, la niña regresa.

El talento de Zidrou para construir historias emotivas brilla en esta obra, al combinar ternura y realismo mágico de manera magistrial. A ello se suma el virtuosismo de Jordi Lafebre en el apartado gráfico, con un trazo expresivo y una paleta de colores que refuerzan el tono melancólico de la historia. Lydie es una obra que juega con la ambigüedad entre la fe y la locura, entre la necesidad de consuelo y la crudeza de la realidad. Una lectura breve y, sin duda, hermosa.


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